viernes, 26 de diciembre de 2014

ERNESTO SANZ - HAY VIDA DESPUÉS DEL POPULISMO. UN BALANCE DEL AÑO.

Ernesto Sanz Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical y Senador de la Nación por la provincia de Mendoza. Candidato presidencial para el 2015, reflexionó en su cuenta de facebook
Cuando el populismo se choca con sus propios errores y no tiene margen para patear la coyuntura más allá, los países se paralizan, los gobiernos se debilitan y las sociedades se irritan. El 2014 de Argentina fue un año dificilísimo, porque el futuro nos alcanzó y quedó claro que no supimos prepararnos para él. Iba a llegar un día en que el boom sojero no alcanzaría; iba a llegar un día en que la inflación se volvería insoportable y las paritarias insuficientes; iba a llegar un día en que tanto manoseo de la ley anarquizaría la educación, la calle y la seguridad. Ese día llegó y nos encontró atorados de coyuntura y encerrados en debates estériles. Sin dudas, éste fue el año más duro de los últimos diez, pero también por primera vez en esa década aparece en el horizonte algo distinto que la monotonía que nos agobia. Por primera vez los argentinos tomamos conciencia de que el cambio no es una posibilidad sino una obligación y de que esforzarnos para construirlo es imperativo. Hay tres hechos concretos que caracterizan este año político.

En primer lugar, el despertar judicial y la vuelta de tortilla de la ley, que estuvo durante muchos años condicionada por el poder y que, después de mucho tiempo, vuelve a ponerse por encima de él. En segundo término, la crisis, que no se expresó de manera apocalíptica pero que ha dañado sustancialmente las bases de nuestra economía. 650.000 argentinos perdieron su empleo este año, miles de comercios e industrias se retrajeron o bajaron sus persianas y decenas de proyectos de inversión pusieron el pie en el freno. En tercer lugar, la instalación innegable, dolorosa y oscura del narcotráfico, que luego de muchos años de avance silencioso mostró su poder real con barrios tomados, homicidios escalofriantes y la exposición, a la luz del día, de las debilidades de un Estado que no puede, no sabe y no quiere enfrentar el problema.
Más de uno diría que con este panorama la esperanza es nula, la expectativa no existe y la salida no se vislumbra, pero creo que es justamente al revés.
El populismo está agotado y la sociedad en alerta: están dadas las condiciones para que Argentina dé vuelta una página, cambie una época e inicie un camino de equilibrios, transparencia, progreso y previsibilidad. Siempre a los argentinos los cambios nos costaron dolores y los avances vinieron después de tormentas. Pero también es una realidad que somos una sociedad sorprendentemente creativa y curtida en el arte de salir de pantanos que parecían interminables.
Los argentinos tenemos con qué avanzar y sabemos cómo hacerlo.
La clave está a la vista: necesitamos que la política recupere equilibrio y que así recupere sensatez. Hacen falta una sociedad convencida y un gobierno que tenga los pies en la tierra y los ojos en el futuro; al fin y al cabo, el 2014 fue difícil porque tuvimos un gobierno con los pies en la estratósfera y los ojos en el pasado.
Pasamos un año duro pero sabemos que podemos salir de acá, que la esperanza no es un eslogan barato sino una expectativa objetiva que precisa de un gobierno serio para que el país funcione. Hacerlo es una obsesión personal para mí y un desafío colectivo.
Sé que podemos tener una sociedad con igualdad de oportunidades, una economía dinámica y moderna y un gobierno transparente y confiable.
Sé que podemos vivir mejor y que depende de nosotros. Eso es lo apasionante, Argentina depende solo de que los argentinos hagamos las cosas bien. Llegó la hora de hacerlo.

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